lunes, 1 de julio de 2013

Biopolímeros, el crudo precio de la vanidad





Alarma. Los efectos de las malas intervenciones de biopolímeros pueden tardarse hasta 25 años en aparecer.
Foto: Especial para El País
La consulta de pacientes víctimas de la silicona líquida ha aumentado en un 38% en la ciudad.

Ayer en la tarde, mientras Diana entraba al quirófano para que sus glúteos enrojecidos fueran ‘reconstruidos’, William lamentaba desde su casa las úlceras que deformaron su rostro.

Hace aproximadamente un lustro, los dos pagaron por las inyecciones de biopolímeros bajo la promesa de una mejor apariencia física. Hoy, los mismos lloran las secuelas del peligroso tratamiento estético.

El aumento de estos casos tiene en alarma a las autoridades de salud del país. Según la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, de cada diez consultas para cirugías reconstructivas, tres corresponden a pacientes que se han inyectado silicona líquida.

Los biopolímeros son empleados como procedimientos estéticos que combaten arrugas faciales y aumentan el volumen de áreas corporales.

Después de este tratamiento, Diana sintió de manera instantánea las miradas de envidia en sus glúteos. Pero, sólo hasta hace unos meses, su cuerpo empezó a protestar por esa sustancia extraña y a mostrarle las verdaderas consecuencias. La comezón se volvió insoportable.

Esto se debe, según Alfonso Riascos, cirujano plástico de la Clínica Imbanaco, a que los biopolímeros son una silicona líquida que, al ser inyectada directamente, migra hacia diferentes partes del cuerpo. Los efectos irreversibles pueden aparecer en meses o años.

En lo que va corrido del 2008, en Cali ha aumentado en un 35% la consulta de pacientes con este tipo de secuelas.

Según Jaime Roberto Arias, cirujano plástico del HUV, mensualmente un consultorio privado puede atender alrededor de catorce víctimas de los biopolímeros, mientras antes las consultas se presentaban hasta cada dos meses.

Hombre y mujeres, universitarios y profesionales. El doctor Arias cuenta que todos han caído en la tentación de alcanzar la belleza bajo este procedimiento. “Uno puede pensar que es un gancho para gente que no tiene acceso a la información, pero no es así”.

El cirujano Riascos explica que las inyecciones de biopolímeros se ofrecen de manera irresponsable en gimnasios, salas de belleza o centros estéticos que funcionan de manera irregular y hasta en barrios de estratos altos de la ciudad.

“Los pacientes cuentan que se lo hizo con un fulano que venía de Bogotá o Medellín... o de cualquier otra parte. Incluso, por más que uno trate de educar a las personas, siguen aumentando los casos”.

Pese a ser un ejecutivo maduro, de 46 años de edad, William asumió los riesgos de la vanidad y salió perdiendo. Este mes cumplió 16 meses de tratamiento en el rostro para tratar de opacar las marcas que dejaron los biopolímeros en la frente, el entrecejo y los párpados.

Ya cuenta con un récord de siete cirugías reconstructivas con retiro de tejido e injertos y, según los médicos, le restan por lo menos siete más para lograr la apariencia que tenía antes.

La Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica explica que en un 80% de los casos estas sustancias de relleno son aplicadas por personal sin información o entrenamiento, lo que aumenta el riesgo de contraer infecciones severas.

Un fenómeno complicado de detener y que tiende a aumentar en Semana Santa, cuando según las estadísticas, en Cali se duplica el flujo de personas que visitan la ciudad con la intensión de someterse a la variedad de tratamientos estéticos que la ha hecho famosa.

El riesgo

Como los biopolímeros no son absorbidos por el organismo, endurecen y pronuncian las regiones intervenidas.

Se aplican en los pómulos, surcos, entrecejo, labios, mentón, senos y glúteos.

Con el paso del tiempo, la sustancia empieza a desplazarse hasta otras zonas del cuerpo y puede causar desfiguraciones y tumores.

Pueden ocasionar severa deformación facial, pérdida de la gestualidad y alteraciones de las áreas inyectadas

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